
La amistad, un vínculo de amor necesario
marzo 10, 2025
Mereces hacer lo que amás… también como trabajo
marzo 25, 2025Cuando decidimos compartir la vida con alguien, hay una idea que puede resultar difícil de aceptar: el amor implica una transformación. No es una pérdida de identidad, pero sí una reconfiguración de lo que somos y de cómo vivimos. Ya no se trata solo de un «yo», sino también de un «nosotros».
A menudo, se habla del amor como una suma, como si simplemente agregáramos a alguien a nuestra vida sin que nada más cambiara. Pero la realidad es diferente.
Amar no consiste en tomar nuestra rutina, nuestras costumbres y nuestros planes y simplemente insertar a una persona en ellos. Implica construir algo nuevo, donde la pareja no sea un agregado, sino una presencia integrada y significativa.
Para muchas personas, esta idea puede generar resistencia. Nos han enseñado a valorar la independencia y a defender nuestra identidad, lo que es fundamental para cualquier relación sana. Sin embargo, también es necesario entender que el amor implica movimiento, que una relación no puede ser una simple extensión de la vida individual de cada uno, sino una evolución que requiere adaptabilidad y disposición.
Aceptar esto no significa abandonar lo que nos hace ser quienes somos, sino permitir que el amor transforme la manera en que experimentamos la vida. Significa comprender que habrá cambios naturales en las dinámicas personales, que las prioridades se ajustarán y que algunas decisiones ya no se tomarán de manera unilateral. Es reconocer que compartir la vida con alguien implica incluirlo, hacerle espacio, considerar sus necesidades y permitir que la relación tenga un impacto real en nuestro día a día.
«Este proceso no debe ser forzado ni impuesto. La clave está en que la integración de la pareja en la vida de cada uno se dé desde el deseo y no desde la obligación».
Cuando esto sucede de manera genuina, el amor no se siente como una renuncia, sino como una expansión. No es perder autonomía, sino construir algo en lo que ambos puedan encontrarse y crecer.
Si intentamos mantener nuestra vida exactamente igual a como era antes de la relación, sin permitir que la pareja ocupe un lugar real en ella, lo que estamos haciendo es resistirnos al amor en su forma más auténtica.
No podemos amar a alguien profundamente y, al mismo tiempo, querer que nada cambie. El amor, cuando es verdadero, nos mueve. Nos obliga a replantearnos, a reorganizarnos, a mirar más allá de nosotros mismos y a entender que la felicidad compartida es diferente a la individual.
Por supuesto, esto no significa anularse ni perder la esencia de quienes somos. Amar no es disolverse en el otro ni ceder hasta dejar de reconocernos. Se trata de encontrar un equilibrio entre la individualidad y la vida en pareja, de construir una relación en la que ambos puedan sentirse plenos sin que ninguno tenga que sacrificarse completamente por el otro.
El amor en pareja es un acto de creación.
No es tomar dos vidas y hacerlas encajar a la fuerza, sino construir juntos algo nuevo, algo que no existía antes de encontrarse. Es un proceso continuo de ajuste, diálogo y compromiso.
No se trata de aferrarse a lo que fue ni de temer a lo que será, sino de permitir que el amor sea un espacio en el que cada uno pueda evolucionar sin perderse a sí mismo.
Con cariño,
Tu amiga,
María Luisa Cuenca
@marilupsico
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marilupsico27@gmail.com