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Cuando una relación se rompe, no se trata simplemente de un fracaso, sino de un proceso en el que cada uno asume su cuota de responsabilidad. En muchos casos, las emociones vividas en la ruptura reflejan desafíos personales profundos, barreras que impiden que dos personas se conecten de manera saludable y, a la larga, lleguen a acuerdos que permitan cuidar el vínculo.
Cuando esos obstáculos se acumulan, separarse desde el orgullo —no por egoísmo, sino como un acto de amor propio— se convierte en la salida más honesta y necesaria.
Durante una ruptura, es común sentir una mezcla de tristeza, enojo y confusión. Esos sentimientos a menudo son el reflejo de heridas no sanadas, de patrones de comportamiento que se han arraigado con el tiempo y de expectativas irreales que ninguna de las dos partes pudo cumplir.
En lugar de aferrarnos a la idea de que todo debe arreglarse a toda costa, es vital reconocer que, en ocasiones, la separación es el camino para evitar caer en ciclos destructivos.
Al permitirnos separarnos, damos el primer paso hacia la sanación individual, y esto es indispensable si queremos, en algún momento, abrirnos a amar de forma plena y auténtica.
Cada uno es responsable de sus propios desafíos. La tendencia a culpar al otro o a idealizar lo que se perdió puede dificultar aún más la situación.
«La verdadera transformación ocurre cuando asumimos nuestra parte en la ruptura, entendemos qué falló y, sobre todo, nos comprometemos a trabajar en nosotros mismos».
Es en ese proceso de autoconocimiento y de enfrentar nuestras propias limitaciones donde se encuentra la semilla del cambio. La terapia se convierte en una herramienta fundamental en este camino, ya que nos permite explorar esas barreras internas, trabajar en patrones de conducta que nos han perjudicado y aprender a construir relaciones basadas en el respeto mutuo y la autenticidad.
Separarse no siempre es un acto de desesperación; a veces es el camino hacia una vida más plena. Cuando dejamos atrás una relación que nos consume o que no nos permite crecer, nos abrimos a la posibilidad de descubrir nuevas formas de amar y de ser amados.
Es importante recordar que, sin la capacidad de cuidarnos a nosotros mismos, no podemos ofrecer un amor genuino a los demás. Por eso, tomarse un tiempo para sanar y trabajar en nuestras propias heridas no es egoísmo, es una inversión en nuestro bienestar a largo plazo.
«Si te encuentras en un punto en el que sientes que la relación se ha convertido en un obstáculo para tu crecimiento personal, o si las emociones negativas se han apoderado de tu día a día, quizá sea momento de considerar la separación como un acto de amor propio».
Y si decides dar ese paso, no lo hagas desde la desesperación o la impulsividad, sino con la calma y el compromiso de cuidarte, de aprender de lo sucedido y de prepararte para relaciones más saludables en el futuro.
Recuerda que el camino hacia el amor auténtico comienza por amarte a ti mismo. La separación, cuando es necesaria, es un acto valiente y transformador, una oportunidad para redescubrir quién eres y para construir una vida en la que tus emociones y deseos estén en sintonía.
Y en ese proceso, la terapia puede ser un aliado indispensable para guiarte hacia un mayor autoconocimiento y bienestar.
Si me lo permites, puedo ser tu aliada.
María Luisa Cuenca
+54 9 11 2773-8743