
¿Harías lo que sea por tu familia?
diciembre 2, 2025Hay momentos —sobre todo al cerrar un año o atravesar etapas de cansancio emocional— en los que aparece una sensación persistente: “No avancé lo suficiente”, “Sigo en el mismo lugar”, “Nada de lo que hice fue realmente importante”.
Este pensamiento suele instalarse con fuerza, aun cuando, objetivamente, sí hubo cambios, decisiones, aprendizajes y movimientos internos significativos.
Lo que ocurre no es falta de avance, sino una forma de mirar la propia vida atravesada por la sobreexigencia.
La autoexigencia como forma de autodestrucción silenciosa
La sobreexigencia no siempre se manifiesta como trabajar sin descanso o cumplir con metas imposibles. A veces es más sutil y más dañina: es la incapacidad de reconocer lo propio, de validar los procesos internos y de permitir que lo logrado sea suficiente.
Desde esta lógica, nada alcanza. Si avanzaste, no fue tanto. Si lograste algo, llegaste tarde. Si pusiste un límite, deberías haberlo hecho antes.
Así, la mente invalida sistemáticamente cualquier paso dado y convierte la vida en una carrera interminable hacia un ideal que nunca se alcanza. Este mecanismo, lejos de motivar, erosiona la autoestima y alimenta un ciclo de autodestrucción emocional, donde el cansancio se confunde con fracaso.
Avanzar no siempre se ve como creías
Uno de los grandes errores que solemos cometer es asociar el avance únicamente con logros visibles: cambios laborales, éxitos económicos, relaciones consolidadas, metas cumplidas.
Pero hay avances que no se miden en resultados, sino en conciencia.
Avanzar también es:
- Haber dicho no donde antes te traicionabas.
- Haber salido de vínculos que ya no te cuidaban.
- Haber sostenido una decisión difícil.
- Haber pedido ayuda.
- Haber descansado cuando el cuerpo lo necesitaba.
- Haber dejado de insistir en lo que no era para ti.
Muchos de los movimientos más importantes de la vida ocurren hacia adentro. Y no siempre son celebrados, porque no encajan en la narrativa de la productividad o del “éxito” constante.
Cuando no ves lo logrado, el problema no es el año, es la mirada
Si al mirar hacia atrás solo ves carencias, pendientes o errores, probablemente no estés fallando en vivir, sino en reconocer tu propio recorrido.
Esta mirada crítica y castigadora suele estar sostenida por creencias profundas: sentir que nunca es suficiente, que hay que demostrar valor constantemente, que descansar es perder tiempo, que elegirte es egoísta.
Desde ahí, incluso un año lleno de decisiones valientes puede sentirse vacío. Por eso, más que preguntarte “¿qué logré?”, puede ser más honesto preguntarte:
- ¿Qué me agradezco de este año?
- ¿En qué momentos me elegí?
- ¿Qué límites pude sostener, aunque dolieran?
- ¿Qué personas llegaron o se fueron para cuidarme?
- ¿Qué intenté, aunque no haya salido como esperaba?
«Incluso lo que no se dio forma parte del crecimiento. A veces, no lograr algo fue exactamente lo que necesitabas para no perderte».
La vida no se mide en productividad
Vivimos en una cultura que confunde valor personal con rendimiento. Pero la vida no es una lista de tareas cumplidas. Es una experiencia que se habita, con aciertos, errores, pausas, retrocesos y aprendizajes.
No estás aquí para producir sin descanso, sino para vivir con sentido. Y vivir con sentido incluye cansarte, dudar, frenar, cambiar de rumbo y volver a empezar.
Quizás este año no fue el que imaginabas. Pero eso no significa que haya sido un año perdido. A veces, el mayor avance es haberte mantenido en pie, haberte escuchado un poco más, o haber dejado de exigirte ser alguien que no eres.
Reconocerlo también es sanar. Y tal vez, hoy, el acto más amoroso contigo misma sea este: mirar todo lo que sí hiciste y agradecerte por haber llegado hasta aquí.
María Luisa Cuenca
@marilupsico
+54 9 11 2773-8743
marilupsico27@gmail.com




