
Cuando nada alcanza: la trampa de dar más de la cuenta
junio 30, 2025La terapia psicológica no es un camino lineal. A menudo, incluso cuando una persona decide buscar ayuda, aparecen obstáculos invisibles que dificultan el proceso de cambio.
Uno de los más frecuentes —y menos comprendidos fuera del ámbito clínico— es la resistencia.
¿Qué es la resistencia en terapia?
El concepto de resistencia fue introducido por Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, para describir aquellos mecanismos inconscientes que las personas utilizan para evitar el dolor emocional.
«En pocas palabras, la resistencia surge cuando el paciente, de forma consciente o inconsciente, evita entrar en contacto con pensamientos, emociones o recuerdos que le resultan amenazantes».
Lejos de ser un signo de “fracaso” terapéutico, la resistencia es parte natural del proceso. Representa el miedo a tocar lo que duele, el impulso de protegerse de la vulnerabilidad, y también, en muchos casos, el intento inconsciente de conservar el equilibrio emocional que la persona ha conocido hasta ahora, aunque le resulte disfuncional.
Tipos de resistencia
Las resistencias no se manifiestan de una sola forma. A lo largo de las sesiones, pueden adoptar diversas expresiones, entre ellas:
- Resistencia cognitiva: Dificultad para cuestionar pensamientos o creencias arraigadas.
- Ejemplo: “Siempre he sido así, no puedo cambiar”.
- Ejemplo: “Siempre he sido así, no puedo cambiar”.
- Resistencia emocional: Dificultad para conectar o expresar emociones dolorosas.
- Ejemplo: “No sé por qué me siento tan mal, simplemente me pasa”.
- Ejemplo: “No sé por qué me siento tan mal, simplemente me pasa”.
- Resistencia conductual: Dificultad para modificar hábitos o comportamientos, incluso cuando hay conciencia del daño.
- Ejemplo: “Sé que debería dejar de fumar, pero no puedo”.
A esto se suman otras formas menos explícitas pero igualmente significativas, como:
- Resistencia al compromiso de tiempo: Postergaciones, cancelaciones frecuentes o falta de tiempo para actividades terapéuticas.
- Resistencia económica: Objeciones a los costos de la terapia, vista como un gasto más que como una inversión personal.
- Resistencia a la vinculación administrativa: Falta de respuesta a la asistente o desinterés por seguir instrucciones logísticas, como confirmar sesiones o responder mensajes.
Señales de que hay resistencia
Detectar resistencia en un paciente requiere escucha activa y sensibilidad. Algunas señales frecuentes incluyen:
- Cambios abruptos de tema ante preguntas incómodas.
- Respuestas evasivas o defensivas.
- Estancamiento prolongado en el proceso terapéutico.
- Actitudes desafiantes o desconfianza hacia la figura del terapeuta.
Es importante comprender que muchas de estas actitudes no son una muestra de desinterés, sino reflejo del temor o dolor que se está empezando a tocar.
¿Por qué es importante entenderla?
Porque resistirse a sanar también es parte de la sanación. La resistencia no es una señal de que el paciente no quiere avanzar, sino una expresión de lo difícil que puede ser hacerlo.
El trabajo del terapeuta es acompañar sin forzar, entender sin juzgar, y ayudar a que esa resistencia se vuelva consciente para que pueda ser transformada.
Estrategias para abordar la resistencia
Superar la resistencia no implica eliminarla de raíz, sino aprender a trabajar con ella. Algunas estrategias eficaces incluyen:
- Establecer límites claros, especialmente en lo que respecta a tiempo, costos y reglas del espacio terapéutico.
- Psychoeducación: Explicar al paciente qué es la resistencia y por qué aparece puede ayudarlo a sentirse menos culpable y más abierto.
- Fomentar una comunicación segura y abierta, donde el paciente se sienta libre de expresar sus dudas, miedos o molestias sin temor a ser juzgado.
- Ofrecer alternativas flexibles en términos de frecuencia de las sesiones o herramientas terapéuticas, respetando el ritmo de cada persona.
El rol del terapeuta frente a la resistencia
La manera en que el profesional aborda la resistencia puede marcar una diferencia profunda en el proceso terapéutico.
Es fundamental que el terapeuta se acerque a estas manifestaciones con paciencia y empatía, entendiendo que la resistencia no se disuelve bajo presión, sino a través de la comprensión genuina del mundo interno del paciente.
En lugar de confrontar de forma directa o brusca, lo cual suele reforzar los mecanismos defensivos, es más efectivo optar por una actitud acogedora que permita al paciente sentirse seguro y respetado.
Además, fomentar un vínculo colaborativo, en el que el paciente se perciba como un agente activo de su propio proceso, no solo fortalece la alianza terapéutica, sino que también incrementa su motivación y compromiso hacia el cambio.
La resistencia no es el enemigo de la terapia, sino parte del proceso. Habla de un paciente que, aunque busca ayuda, también necesita protección. Que quiere avanzar, pero teme lo que pueda encontrar en el camino.
Entenderla y saber abordarla desde una postura humana, empática y técnica es clave para que el espacio terapéutico siga siendo seguro, efectivo y transformador.
Porque cuando se trabaja con respeto y paciencia, incluso la resistencia más firme puede abrir paso al cambio más profundo.
María Luisa Cuenca
@marilupsico
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