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diciembre 9, 2024Las expectativas son como mapas mentales que trazamos con la esperanza de llegar a un destino ideal. Cada vez que establecemos metas o deseamos algo, imaginamos cómo debería ser el recorrido y anticipamos el resultado final. Pero la vida rara vez sigue la misma línea. El camino se desvía, las circunstancias cambian y, a menudo, las cosas no salen como esperábamos.
Cuando esto ocurre, es común que la frustración tome el control. Pensamos que fallamos, que podríamos haber hecho más o que quizás nuestras metas no eran lo suficientemente buenas. Pero, ¿de verdad la vida se trata de cumplir todas nuestras expectativas? ¿O, en cambio, tiene más que ver con aprender a navegar entre lo que deseamos y lo que realmente sucede?
El choque entre las expectativas y la realidad
Las expectativas no son el problema en sí mismas; son una forma natural de motivarnos y darle dirección a nuestras acciones. El verdadero desafío aparece cuando nos apegamos demasiado a ellas y las convertimos en la única medida de éxito o felicidad. Al hacerlo, nos olvidamos de un hecho fundamental:
La realidad es mucho más compleja, dinámica e impredecible de lo que nuestra mente puede planificar.
Por ejemplo, al comenzar un año, es común hacer una lista de metas:
✔ Aprender algo nuevo
✔ Ahorrar una cantidad de dinero específica
✔ Cambiar hábitos
✔ Alcanzar un logro personal o profesional
✔ Tener las vacaciones soñadas
Pero al llegar diciembre, quizás notamos que no cumplimos con todo lo que nos habíamos propuesto. Este contraste entre lo que imaginamos y lo que logramos puede sentirse como un fracaso, pero en realidad, es solo un recordatorio de que la vida sigue sus propios ritmos.
El peligro de las expectativas rígidas
Cuando nuestras expectativas son demasiado rígidas, dejamos poco espacio para adaptarnos. Nos volvemos incapaces de valorar los avances que sí logramos, por pequeños que sean, porque estamos obsesionados con alcanzar un resultado exacto.
Este enfoque no solo nos frustra, sino que también nos desconecta del presente, porque estamos constantemente enfocados en lo que “debería” haber sido.
Es importante preguntarnos: ¿qué tan realistas eran esas metas que nos propusimos? ¿Tomamos en cuenta nuestras circunstancias y recursos? ¿Reconocemos que las prioridades pueden cambiar? A menudo, las expectativas rígidas no consideran estos factores y terminan convirtiéndose en una fuente de culpa innecesaria.
Cómo manejar la brecha entre lo deseado y lo real
- Valorar el esfuerzo y los aprendizajes
Lo más importante no es haber llegado a la meta, sino lo que aprendimos en el proceso. Cada intento, incluso si no tuvo el resultado esperado, nos enseña algo valioso sobre nosotros mismos y nuestras capacidades.
- Practicar la flexibilidad
Adaptarse a los cambios no significa abandonar nuestras metas, sino encontrar nuevas formas de avanzar hacia ellas. Ser flexibles nos permite ajustar las expectativas sin sentir que estamos renunciando.
- Diferenciar entre deseos y necesidades:
No todos los deseos necesitan cumplirse para que estemos bien. Identificar qué metas son realmente importantes y cuáles eran solo aspiraciones pasajeras puede ayudarnos a priorizar y sentirnos más en paz.
- Reconocer lo que sí logramos:
Incluso si no cumplimos todas nuestras metas, siempre hay avances y logros que merecen ser reconocidos. Quizás no ahorraste tanto como querías, pero lograste mantener estabilidad financiera en un año complicado. O tal vez no aprendiste algo nuevo, pero fortaleciste relaciones importantes.
Aceptar la realidad como parte del camino
Aceptar que no todas nuestras metas se cumplieron no significa resignarnos, sino reconocer que la vida tiene su propia manera de desarrollarse. Cada obstáculo, desvío o retraso nos ofrece la oportunidad de crecer, adaptarnos y reevaluar lo que realmente queremos.
«A veces, las metas que no alcanzamos nos muestran que quizás no eran tan esenciales como creíamos. Otras veces, los desafíos nos preparan para futuros logros que aún no podemos imaginar. Y, en muchos casos, los resultados inesperados terminan siendo mejores de lo que habíamos planeado».
Cuando entendemos esto, dejamos de ver el contraste entre expectativas y realidad como un fracaso. En lugar de eso, lo vemos como parte natural del viaje, un recordatorio de que la vida es mucho más rica, compleja e interesante de lo que cualquier lista de metas podría abarcar.
Vivir sin frustraciones innecesarias
En lugar de castigarnos por lo que no hicimos, podemos aprender a celebrar lo que sí hicimos. No importa si no cumpliste todas tus metas este año. Lo que importa es que sigues avanzando, aprendiendo y creciendo, a tu propio ritmo y en tu propio camino.
Recuerda que la vida no es una lista de tareas pendientes que debes completar para validarte. Es un viaje lleno de experiencias, aprendizajes y momentos que merecen ser vividos plenamente, incluso cuando las cosas no salen como las planeaste.
El verdadero éxito no está en cumplir con todas nuestras expectativas, sino en aprender a disfrutar del proceso, a valorar nuestros esfuerzos y a seguir adelante con esperanza y valentía, sin importar las circunstancias.
Te abrazo con amor,
María Luisa Cuenca
+54 9 11 2773-8743