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Madres que se detienen… ¿soledad o rendición?
mayo 12, 2025Nadie nos prepara del todo para lo que implica la llegada de un hijo. No solo se transforma la identidad individual, también se sacude la estructura de la pareja. De pronto, dos personas que compartían momentos, intimidad, proyectos y silencios, se ven inmersas en una dinámica nueva, exigente, y a veces abrumadora.
El amor sigue ahí, pero se vuelve silencioso. La conexión, si no se cuida, se enfría. Las conversaciones ya no giran en torno a los sueños compartidos, sino a pañales, horarios de siestas, vacunas, cólicos, lactancia, guarderías.
«La maternidad —y también la paternidad— remueven profundamente. Despiertan miedos, generan tensiones, activan heridas de la infancia, y traen una carga de responsabilidad que puede volverse abrumadora».
Si a eso le sumamos el cansancio crónico, la falta de sueño, la hipervigilancia constante y las expectativas sociales sobre cómo debería ser una “buena madre” o un “buen padre”, no es raro que muchas parejas empiecen a distanciarse en esta etapa.
Y sin embargo, nadie habla de eso.
Nadie te dice: que tal vez no te vas a sentir deseada por un buen tiempo, que tu cuerpo ya no es solo tuyo, y que eso puede afectar la intimidad, que habrá días en los que hablar con tu pareja será solo para organizar lo urgente, y que la ternura se pospondrá hasta nuevo aviso, que uno puede sentirse solo, incluso acompañado.
«También sucede algo que muchas veces pasa desapercibido: la pareja deja de verse como pareja, y empieza a verse exclusivamente como co-equipo de crianza».
La mirada que antes era de deseo, admiración o complicidad, ahora se enfoca en quién cambia más pañales, quién duerme menos, quién se encarga de qué.
Y eso duele. Porque amar también es extrañar. Extrañar al otro, extrañarse a uno mismo, extrañar la relación que había antes. A veces da culpa, a veces vergüenza. Pero es legítimo. Es humano.
Lo importante es no quedarse callados.
Porque si hay algo que puede sostener la pareja en esta etapa es el diálogo real. Poder decir “me siento solo”, “me está costando conectar”, “necesito que me abraces sin que eso termine en sexo”, “no sé cómo pedir ayuda”, “quiero volver a sentirme cerca de ti”. Son frases incómodas, sí. Pero son las que permiten reparar.
No hay recetas mágicas, pero hay claves que ayudan:
- Cuidar pequeños espacios de intimidad que no estén mediados por el bebé: una mirada, un gesto, una charla al final del día sin pantallas.
- Validar mutuamente el cansancio sin competir por quién está más agotado.
- Recordar que este momento, aunque intenso, no es eterno.
- Pedir ayuda externa cuando sea posible: abuelos, amigos, terapia, tribu. La maternidad no debería vivirse en soledad, ni la pareja sostenerlo todo.
Recuerda que criar no es solo una tarea física. También es emocional. Y para poder cuidar a un hijo, hay que cuidar el vínculo del que ese hijo se alimenta.
«No se trata de “volver a ser los de antes”, sino de reconocerse en este nuevo lugar, y reconstruirse desde ahí, sin perderse del todo en el camino».
Si sientes que algo se rompió y no sabes cómo repararlo, no es señal de fracaso. Es señal de que algo necesita ser mirado con amor, con tiempo y con guía.
La maternidad cambia muchas cosas. Pero no tiene por qué destruir el amor. A veces solo necesita una nueva forma de ser sostenido.
Y en terapia podemos encontrar esas herramientas necesarias para fortalecer tu vínculo y recuperar lo que crees perdido, pero que sigue ahí.
Estoy para ti.
Con cariño,
María Luisa Cuenca
@marilupsico
+54 9 11 2773-8743
marilupsico27@gmail.com