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agosto 26, 2025Hay personas que viven sus relaciones como si siempre estuvieran a medio camino. Se presentan como “eternos novios”, se muestran afectuosos y disponibles, pero al mismo tiempo rehúyen dar un paso más allá: convivir, formalizar, casarse o incluso, simplemente, proyectar un futuro en conjunto.
Su historia está marcada por la contradicción: quieren estar cerca, pero no demasiado; disfrutan del vínculo, pero sin asumir las responsabilidades que éste implica. Al mínimo atisbo de formalidad, aparece la evasión, la huida o la postergación constante.
¿Qué hay detrás del miedo al compromiso?
Desde la psicología, este miedo puede tener múltiples raíces:
- Experiencias previas dolorosas: haber vivido rupturas difíciles o visto modelos familiares en conflicto.
- Miedo a perder la libertad: la creencia de que comprometerse significa ser “atado” o perder individualidad.
- Inseguridad personal: no sentirse preparado para sostener emocionalmente una relación profunda.
- Idealización del amor: esperar una perfección que nunca llega, por lo que siempre se deja la relación “en suspenso”.
Sin embargo, más allá de estas causas, hay una verdad incómoda que conviene mirar de frente: muchas veces no se trata de miedo, sino de falta de verdadero amor o deseo de estar con esa persona.
¿Miedo o autoengaño?
Cuando alguien quiere de verdad, encuentra formas de construir.
El amor sano impulsa a acercarse, a compartir proyectos, a buscar la manera de sostener el vínculo en el tiempo. Por eso, si constantemente se evita dar un paso más, si se vive en el terreno del “algún día” o se repiten excusas para no avanzar, la pregunta necesaria es:
¿Realmente estoy enamorado o me estoy saboteando con una relación que nunca va a crecer?
Muchas personas utilizan el “miedo al compromiso” como máscara. Pero detrás suele haber dos realidades posibles:
- No estoy enamorado lo suficiente como para elegir un futuro juntos.
- No me permito un amor pleno, porque me saboteo por inseguridad o por creencias limitantes.
Romper el ciclo de la evasión
Salir de este patrón implica valentía. Estas son algunas claves:
- Reconocer la verdad: ¿quieres de verdad un futuro con esa persona, o solo te resulta cómoda la relación sin compromisos?
- Trabajar en tus miedos personales: si hay heridas pasadas o inseguridades, afrontarlas en terapia puede ayudarte a no repetir esquemas de fuga.
- Ser honesto con el otro: si no quieres compromiso, dilo. Alargar lo inevitable solo genera más dolor.
- Definir qué significa para ti el amor: si lo asocias a pérdida de libertad, tal vez necesites resignificarlo y entender que amar no es renunciar a ti, sino crecer acompañado.
Una elección consciente
El miedo al compromiso no es un destino inevitable. Puedes transformarlo en una oportunidad para conocerte mejor y definir qué quieres en una relación. Y, sobre todo, recordar algo esencial: si tienes que huir, postergar o disfrazar lo que sientes, probablemente no sea amor.
El verdadero compromiso no nace de la obligación, sino del deseo profundo de elegir a alguien todos los días, sin sentir que eso te encierra, sino que te expande.
María Luisa Cuenca
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