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septiembre 15, 2025Desde niñas nos enseñan sutilmente que las mujeres debemos competir entre nosotras. Que si una crece, la otra no puede. Que si una tiene éxito, la otra queda en la sombra.
Esta idea de rivalidad femenina está tan instalada que muchas veces la aceptamos como normal, sin cuestionar las heridas que trae consigo.
Cuando algo como el engaño aparece en una relación pública, las redes esperan por la clásica pelea o argumentación entre ambas mujeres.
Recientemente, vimos cómo Shakira, tras la separación pública con Gerard Piqué, dirige parte de su enojo hacia Clara, la mujer con quien se le relacionó al futbolista.
Una canción entera, un discurso mediático que se convierte en diana. Pero ¿realmente esa confrontación con la “otra” sana algo? ¿Qué relación tiene todo esto con la rivalidad femenina impuesta por la cultura?
¿De dónde viene la idea de que somos enemigas?
La cultura patriarcal tiene varios mecanismos que incentivan la idea de que las mujeres estamos en competencia constante. Nos dicen que no podemos brillar al mismo tiempo, que ser compatibles con una competencia, que si una triunfa la otra debe perder.
«Desde pequeños grupos sociales, amistades, redes laborales, medios de comunicación, hasta historias sentimentales, se refuerzan esas narrativas».
Esa rivalidad muchas veces tiene un componente de control: controlar cómo nos vemos, cómo nos movemos, con quién nos metemos, qué parejas elegimos. Y cuando sucede algo como la infidelidad, no solo culpamos al infiel, muchas veces volcamos la culpa hacia la “otra mujer”, como si ella fuera la que cruzó la línea, no solo la persona que fue elegida.
El caso Shakira, media y rivalidad
Shakira no solo sufrió la traición de una pareja: sufrió también el peso mediático de que la responsabilidad fuese repartida (o desplazada) hacia Clara Chía. Videos, canciones, opiniones, memes: una narrativa que divide, enfrenta y vuelve rival a otra mujer.
Pero la sororidad —la hermandad entre mujeres desde el reconocimiento mutuo— propone otra mirada: que en lugar de atacar o confrontar, podamos comprender las heridas invisibles, los miedos, los valores que se sienten traicionados. Que no todo lo que duele debe convertirse en enemigo.
De qué hablamos cuando hablamos de sororidad
La sororidad es la práctica de apoyo, empatía, comprensión y respeto entre mujeres.
Es reconocer que no necesitamos competir entre nosotras para brillar. Es celebrar los logros de otras sin sentir que eso apaga lo nuestro. Es acompañar, compartir frutos, heridas, luchas y espacios, en lugar de vernos como adversarias.
«Cuando las mujeres se unen desde la sororidad, son capaces de construir redes de apoyo poderosas: espacios donde se validan emociones, se respetan diferentes formas de amar, se entienden los ciclos hormonales, los momentos vulnerables, y donde el éxito de una no resta al de otra, lo multiplica».
Evidencia de que los vínculos entre mujeres son protectores
Existen estudios que señalan que las redes sociales tienen un efecto profundo en la salud y el bienestar, especialmente tras pérdidas importantes como la viudez.
Por ejemplo, una investigación reciente de Cornell analizó las redes sociales de adultos mayores y encontró que aquellos cónyuges que compartían amistades importantes con su pareja vivían, tras la pérdida de este, en mejores condiciones de salud — entre otras cosas, porque no perdían conexiones valiosas ni se sentían tan aislados. (Cornell Chronicle)
Otro estudio mostró que las viudas (mujeres que han perdido a su pareja) tienden a apoyarse mucho más en amigos confidantes, redes sociales y relaciones elegidas que los hombres en esa situación, lo cual se traduce en mejor bienestar psicológico a largo plazo. (SAGE Journals)
Estos hallazgos no dicen que las mujeres vivan siempre mejor, sino que la sororidad —los lazos amistosos, de apoyo mutuo— puede funcionar como un amortiguador del dolor, del aislamiento y de la soledad que generalmente acompañan pérdidas importantes.
Cómo cultivar sororidad en lugar de rivalidad
Para transformar ese impulso de rivalizar en un impulso de unión, podríamos:
- Preguntarnos cuando sentimos esa envidia o esa competencia: ¿de dónde viene? ¿de qué inseguridad?
- Celebrar los logros de otras sin compararlos con los propios.
- Conversar desde la vulnerabilidad en lugar de juzgar. Contar lo que duele, lo que asusta, lo que esperábamos.
- Apoyarnos en redes reales: amigas, comunidades, grupos que no nos compitan sino nos sostengan.
- Romper el relato mediático que pide una confrontación “entre mujeres” frente a traiciones de pareja — reconocer que la responsabilidad muchas veces es de quien hizo la promesa, no de quien aparece secundariamente en la historia.
Sororidad, poder y cambio
Cuando las mujeres se unen sin temor a la competencia, sin necesidad de despreciar a otras para validar su propio valor, se produce algo transformador. Se multiplican las voces, las alianzas, las historias compartidas.
Se construye comunidad. Se pueden enfrentar juntas las injusticias, los estereotipos, las decepciones.
La sororidad no es ingenua: no borra los conflictos ni los dolores. Pero ofrece otra forma de relacionarnos, donde el juicio hacia otras mujeres no sea nuestro primer instinto, donde el espejo no sea comparativa sino reflejo.
- Tu valor no se mide en relación con lo que otra mujer tiene, dice o vive.
Puedes decidir construir alianzas más que rivalidades, celebrarte sin minimizar el brillo de otras y entender que sororidad significa reconocer lo propio y también el espacio del otro.
Si deseas que trabajemos juntas sobre cómo soltar estas narrativas, cómo sanar las heridas que alimentan la rivalidad interna, estoy aquí para acompañarte.
María Luisa Cuenca
@marilupsico
+54 9 11 2773-8743
marilupsico27@gmail.com




